jueves, 31 de marzo de 2011

Locuciones parabólicas.

He atravesado los dos caminos, el de la risa y el llanto. Un rayo de sol ilumina el polvo de la estancia a través de la rendija de la ventana. Una vez traje a los demonios conmigo hicieron un buen trabajo. Se encendían las luces de los pescadores brillaron las estrellas, apareció Pegaso. Hubo lloros de blanca lechuza que se oyeron en casi todo el universo. Risas y más risas, risas de lucha risas de muerte. Vueltas y vueltas, vueltas de pena vueltas de risa. Blanco. Año 1981.

Ente particular.

Fantasía inusitada, desbordante de caprichos, concuerdas dos mundos, litoral y océano profundo, alcanzando el serio limbo del arte perdido, donde la nitidez está ensimismada por aquello del alegre concilio. Ves lo que en sí tomas de la existencia, captas los vuelos largos en su tensión, rozas las campanas de la pureza, entornas el lecho pobre, conoces la abundancia crítica, desvaneces los imposibles, siempre cortas el abismo, tópico del cáncer vital. Encuentras la acción pacífica en su tercio rumboso, solamente sobre las horas llenas con las manos pequeñas del cómplice corporal, verdad encuentras en cadenas rítmicas, embriagas a muchos seres das lo constructivo imploras lo real más perfecto. Año 1973.

Un lance.

Voy en ámbar fósil solo, recostado encima de hiedra mural, me deslizo sin miedo, por los tramos suaves del tobogán , contagiado de un ámbito sereno, porque el amado silencio, mella la falsa consonancia. Cara a cara en el duelo, avanza el calvario de la pasión, temblor interior, memoria perversa. Somos el nada que continúa, tras el sol de mediodía, cántico mundanal retorcido de absorción no depurada e insatisfecha emoción. Me podría preguntar. ¿Cual es el triunfo? Miraría las arenas envueltas por el viento, llegaría a ver el incontrolado sentido, conocer cuando ha sido el sutil contacto y aún podría alertar al fuego, la causa de mandatario perfecto para un instantáneo juicio. ¿Cómo más? Si aun no veo. Año 1972.

Reciclaje.

Pienso en las frágiles sirenas, que acarician las desdichadas caracolas, producidas por el puro contingente material, en un nítido día de radioactividad. Esto entumece el corazón, volcada la ira solícita de destrucción. La insensibilidad introducida en sitios dulces mordisquea el encanto feliz de aquellos que todavía no conocen la verdad. Si no la conoces búscala en el aquelarre de la ciudad en la boca de las gentes sobre algunas mesas, en la tele. Furor atrayente de ansiedad oculta, afán objeto por el vil ganar llega a todo lugar. Amor, ven aquí enséñame el Hogar. Año 1983.

Cosas.

Estoy dentro del globo colmado, contaminado y viciado, están así los escarabajos, también los visones, todo está reducido y programado. Mordaces tiburones, venden cosas sin valor, los terrenos siguen su sabido camino, la prueba no está sólo en los ríos. Con el andar comienza la mentira, siempre alienta el rostro, se recomienda altanería. Reputación es lo primero, la experiencia puede también, cosas pasan sobre nosotros, encantan a las moles, destrozan los templos. Año 1972.

Hechizo.

El resplandor cansino del espectro, ahora retuerce las mesas, en torno a la saga del cencerro, acapara el templo del necio, atestado de restos carcelarios. Expresa el esquema sobre el tapiz, resta el precio del tiesto, capaz de divagar con la estera. Sonríe ahora a la güija, porque arrimarás el capricho, cuando se entra en la casa elíptica del jarrón. Año 1972.

Aguas amarillas.

Sopas zarrapastrosas de orín , ensimisman al reo por su cartel arterial, con ellas se llega al arrepentimiento, del miedo. Estas de diferentes tonalidades, ratifican la sentencia , considerado el aspecto final, es reverenciado el carcelero. Llegan ya siendo esperadas, aunque siempre causan penas, extrovertida el alma, promulgado el corazón. Extraen del ánimo el cariz desmentido, hundida la altivez interna, conjugados los lazos de la vida, retraído el sentido del aliento. Aguas amarillas de reo muerto. Catarsis última terrenal. Año 1972.

Casualidad.

El enrarecimiento del ambiente, absoluta venganza de alguien, en el campo habitable, dentro de la logística mundana. Causa del agravio, síntomas del buen vivir, muchedumbre evolucionada. Activos moradores del hidrógeno, llevan dentro de sus canastas en son de catástrofe radial, impurezas olfativas de comida rápida. Claveles inodoros arruinados, están en casa sobre el excusado y en muchas de las mesillas. Vaina kitch… Año 1982.

Inisignificancia.

Acampa, acampa en las sabanas, bajo la sombra de la acacia santificada , que adormece a los leones. Comienza a repudiar los laureles, del acaso poderoso roble, en una noche impoluta, donde la casa del séptimo individuo. Cosas, cosas que bullen en la olla, dentro de las palmeras de un hospicio. Somos el nadie que despide a las golondrinas, sentados en el ojal de un abrigo. Hace frío. Año 1972.

Lirismo lirios.

Otra cálida corona, importa al pensamiento, sencilla como insignificante, sin enredos, con regocijos de amor, esperanzas de felicidad, circulan en su sentir. Honoremos esta candidez, subiéndola al altar grato, de un paraíso sereno. Acostumbremos al infinito a tal desvelo con un deseo solar de lirios silvestres, cúspide de todo anhelo. Año 1972.

Representación y suplica.

Un escalofrío recorre mi espalda, como espada fría, que lentamente se clava. He nacido así, o es que llegan tras de mí, los demonios de la insaciable razón, de esta maldad que es no poder. Acaso yo no soy como todos, entero, humano y lleno de odio. Recomiendo a mis amigos, lloro por mi pobreza de espíritu, orgulloso soy ante todos y humilde cuando la falsa modestia manda, castidad podrida, esperanza frustrada, elogio a los que puedan ordenar mis beneficios , soy infame con mis ilusorios contrarios. Recojo el fruto de mi cosecha, me sirvo de la vanidad inútil, las entrañas se nutren de locuras, pero siempre acabo por localizar, un buen sentimiento. Escaso margen de humildad, llegó la hora de volver a la faz de la tierra, caigo en la carretera. Salmo de David acoge a este tu siervo y sácalo de la vereda del tenebroso misterio. Año 1983.

El trascurso de la tarde.

Acabo de empezar el rostro, durante toda esta tarde no sé si lo terminaré, aún tengo miedo de seguir, el cincel ya no se clava, la luz es menos intensa, el ansia se nota, quiero pedirte un favor: Abatir el sincope es susurrar a las estrellas, hagamos el acontecimiento y luego iremos donde se es, he ahí la clarividencia de la ignorada secuencia. Año 1983.

Por los poetas.

Otros tiempos mecen los vientos y los cantares de Epopeya se tornan en cruentos tonos celulares, donde la distancia es un reto que la velocidad corroe, con el movimiento de un parpadeo. La musa pierde su encanto de ángel, para transformarse en una infiel rocanrolera, los ríos muestran su plástica pestilencia y las calles un pitido lleno de sordera. Me pregunto: ¿Qué debe hacer un poeta? Subirse a los maquillajes, vender hamburguesas o alinear en el horizonte un arco iris con toda su fuerza. Año 1982.

Belleza sin fin...

Las églogas del mar, a veces suelen cambiar, el quehacer de los demás, en un mundo donde la sal, se mece por eso del qué dirán, aunque no se conozca, aunque sea allá, donde el entorno no vitupera la querella, ahora que el agua es buena. Se eleva el aire con suave fuerza, el verano se ennoblece con el solsticio, la fibra vegetal es el espíritu meridional, en un día donde por suerte la fécula abastece , todos los lamentos siguen su camino, a la vez que sólo una alegría, penetra la luz hipodérmica. Bisagras ensangrentadas de severo desprecio, por las cuales nadie es capaz de disolver alegría, señera volátil del miedo a estar en una escucha muda, con fértiles donaires de sinceros parámetros, y naturalezas sin fin en el crono del tiempo. Metamorfosis anonadadas de estandarte febril, cruces bestiales de estigma, iris onomatopéyicos de eso siempre ello, ahí donde como dijo un cantautor, cuanto más miro más lejos estoy. Espumas de arrecife en la lontananza, divulgación de colores de síntesis determinada, cuajo concluyente bajo eclipse sobre mi espacio. No veo. Año 1994.

Silépsis metafórica.

Los nuevos aires de la ciudad, producen en él cambios nada convenientes para su salud, haciéndole crecer un sentimiento de araña que tiende sus redes hacia una eclosión axilar. Medidas, las del cuerpo, las del alma. El alma ¿Qué es? El ecuador de una razón consentida, un mundo de ensueño, un clavo ardiendo, un espejo, un dogma, un cebo. Del cuerpo, lo mismo, un fin, un descubrimiento, el destino enmarañado, un trabajo. Poner una pausa, arrebatarla del tiempo, o languidecer como una ajada sonrisa, morir como un bebé, tras muchos años, siendo viejo, estando arrugado y seco. Suena la cuerda de un conejo mecánico, movimiento de hálito mágico, en un desván donde todo quedó como estaba, sentadas sobre un flotante diván, las muñecas se lavan los tirabuzones. ¿Bonjour, ça va Cocotte? Mientras el clavicordio estornuda, por el polvillo del reseco almidón, de ese carnal chal que ya es casi de cera, y una mecha prende de él. Año 1983.

Predestinación preliminar.

El encanto al unísono del preludio primaveral, mueve por sí solo el envés del alma, que descarga sobre el lago galáctico, viejos olores óxidos de naftalinas encarceladas, auxilia a un pertinaz brillo esférico semieterno, partícipe de nuestra sentencia cósmica, por un mundo de granito, níquel y hierro, o por la trasgresión de los éteres, bajo una ponderación hemisférica oceánica. Año 1983.

Juguetes malos.

A la vez que el viento, transforma un mundo entero, el agua mueve un sendero, que se perpetua en el tiempo. Un mismo día: Suenan las trompetas. Jericó, abre sus puertas sin murallas y brillan las atómicas de muchas Hirosimas. Dentro de los cráteres lunares, se siente la falta de las nubes, todas las peceras están sin peces, todos los niños ahora están pendientes. El espacio de antelación tras constelación, empujado puede que por un neutrón, se transforma en inmensa medusa de chispas y nos hace estremecer más que toda revolución. Año 1972.

Relatividad cualquiera.

Parece que hay un soporte, cuya existencia no se desvela, para quienes quieren una vida bella, donde lo que se dice, vale menos de lo que hay, porque el haber no tiene sentido, en un término de la plural sentencia riqueza. Aquí un epíteto con una alusión, dentro de una evolución convexa, para los que deseen verlo, sin entrar en pláticas persas. Un entorno no es todo el entorno, una lengua no es el mar, y el mar no es desde luego, una montaña feroz que emerge bajo una naturaleza heterogénea. Año 1972.

Amanecer o vacío.

Emitiendo sonido, llega la luz a la tierra, sueltan el rebaño en la calle, latas que ruedan sin manera, ojos despiertos otros medio apagados, ríen o lloran en cuanto pellizcan, hay de todo, hormigas afanosas, zánganos barrigones, algunos se dedican a las exhortaciones. Cuidado pasa del rojo al verde, date prisa al otro. Oye no ronronees ya. Calcula la mesura del depósito, vuelca la ignorancia, escarcha la fruta verde. Si ya sabemos el programa, llegar al ingenuo movimiento, sacar las redes del sótano de casa. Espeluznantemente acaba la primera hora. Si, emitiendo sonido llega la luz a la tierra. Año 1983.

Paciente batalla.

Vivir y medir, sacan carne de la hoguera, sueña la ceguera, turbio se tiene el destino, reemplazado el importe. Acampa en la reflexión, pues la paciencia aún es sutil, risas sin cauce, en horas dificultosas, más olvidos de cosas, innovaciones con cardenales, patrañas armoniosas sin sí. Ora a la campana, ridícula como temprana. Sin saberlo eres razón de esto, arrulla la sequía, cosa mía y tuya, como la conciencia que silba, sin líquido claro. Ya nos veremos más adelante. Año 1972.

Meditación copular.

Son ya dieciocho días de diciembre, pronto surgirá la bella Navidad, yo que soy dos no he nacido, pienso en la inventada perspectiva, pido al espacio que me de una tregua, ya que el tiempo no me responde, me entrego al cáliz de la materia, más cuando llegue la hora, yo seré feliz pues la otra parte, estará junto con la mitad restante. La vida me alienta contra los males, no necesito complementos adyacentes, solo pues así dentro de la felicidad, aquí en la tierra ... Año 1984.

Guerra nuclear.

Enturbió la luz en el cielo, dentro del haz eterno, contra atacó la materia, destruyó lo que había creado, así hizo nada lo que había sido, tan sólo quedó él, como única dimensión. Acontecido el estremecimiento, olvidada la ira comenzó a realizar de nuevo, sacó los soles, formo los ocasos y al encontrar una trémula nostalgia, la opresión del pétreo sentido sonriendo hizo: él del lodo, ella de él. Con más esperanza y dentro del mejor augurio. Año 1984.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Ekphrasis positiva sobre - Primavera necrofílica (1936) de Salvador Dalí.


Clave de sol y agua. Ahí está el ciprés, ese árbol que arropa los cementerios y los huertos, según el viento llenan con su cimbreo, notas ajadas de un piano de cola, que el viento se lleva con buena voluntad, para hacerlas resonar sobre el eco de las distantes montañas. Octavas vacías de un libreto sin causa, que acaso forjaran las cruces romanas, o tal vez sólo fuese la ilusión del rumor de las aguas, en un romántico manantial teutón. Sin embargo mirad como se acercan los pajarillos, al oír el gorjeo de la fuente, que emerge de las notas del piano. El labrador no detendrá su arado.
J.C. Estrela. Año 1982.

Engendro solar.

La intuición epicúrea desciende de lo azul, como subdelirio luminoso, amarrada por sedal artesano de doble hechura, en forma de serpiente y pato, con el alma de una lágrima anaranjada. Queda suspendida ante la atalaya ingrávida de un contorno hacedor de verde pasto, donde se sujetan las blancas cumbres de una montaña. Año 1982.

El hechizo.

La línea del tiempo cambia de color, ya no proviene de esos brillos metálicos con sentido de centrifugación, el tiempo, señores, hoy es verde. Cerca del arco iris, las doradas campiñas de la estepa, se transforman en un consecución de ruinas asalmonadas y violetas, diluyéndose bajo las mismas, otras más grandes ocres y verdosas. Entornan paredes solícitos cipreses, que con sus sombras provocan incipientes retales de un concúbito silencio, en consonancia, con el verde tiempo. Aparece la musa Ninfa ante un vetusto Cíclope de dorada cabellera arremetiéndose, amos de un fuerte abrazo, que jamás hubo pluma y tintero, que lo pudiera resistir, puesto que cambiaron el tiempo de color. Año 1982.

Ekphrasis evolutiva y futurista sobre - La persistencia de la memoria (1931) - Salvador Dalí.

Revelación del Ponto Euxino.
Yace en las sombras, cansada del viaje, bajo un trampolín de cuatro tiempos plegables, a la espera de metamorfosis una ave mustela marina, sueña en el recoveco de sus primeros días, donde el sol daba fuerte en un lugar de Mesopotamia. Lejos quedan otros tiempos y otro lugar de agua dulce que sin quererlo se le llevará la sal. La depresión del Cáucaso, una fuerza nueva emergida del hastío del Caspio, un pulular de hormigas, causado por el apagón y el encendido de un estrella roja, todo esto nos hará cambiar para vivir nuevas aventuras mediterráneas cerca de Lepanto.
Año 1982.

Notas preliminares.

Todos gritan, no se escucha nada, amenaza con los guantes, casi nunca tienen razón, mas soplan la vela, son así como peces en aguas frías, saben que el pescador está en casa, su esposa trabaja. Bogan por sitios sin saber, roen el incauto sabor de la realidad, se amontonan con el amuleto, suerte no habrá. Quieren luchar sin pensar, no dejan hacer, solo destrozan. Muchas veces cuando están solos, lloran tras sus gafas negras, sería mejor olvidarse, al menos del plazo, para alzar de esa forma la mano. Año 1972.

Polen de existencia.

Un Atlas llama a los muertos, el Fénix a ella y ella a la Selva. Un tronco se disloca por completo, como humo que atraviesa los pulmones, donde descapullan pseudopolillas gigantes, todo lo demás ondea hacia la roca madre: una bella Cariátide escondida, que a fuerza de cadera, detiene la lujuria que le ofrece una anémona. La rueda no se detiene, un cincel mágico la bruñe, la belleza y la fuerza se mezclan, la industria aparece, la vida prosigue, un juego de llaves colgado en cualquier puerta. Año 1982.

lunes, 28 de marzo de 2011

Aurea cadena.

El revoloteo de las palomas frente a la luz del sol, un amanecer venturoso me indica, que el maravilloso magma de viejos volcanes, vuelve a germinar para ofrecernos su brisa, con olor de jungla colgante sobre crisálidas escarchadas, que se elevan con nosotros transportándonos a un mundo, donde la leyenda arrecia la vida y la realidad se llama Olimpia, ahí, la tierra se convulsiona, cuando comienza la tremenda danza de todas las tribus. Suena ya la sinfonía del día. Año 1982.

Lo irreal termina en lo real.

Voy al son musical entre claves de sol. Me abstraigo y grito: ¡Libertad! Todas las paredes se rebelan, otra ocasión para llorar, singularmente congenia esta sangre, con el resto y alcanzo el gesto, pongo tregua al desastre. Encuentro las barreras, todavía son las doce, sin ser más recio que necio, sufragio por un alma retante, vengo insinuante. Enciendo el hilo que suena y vuelvo a enredarme con él, acompañado por los tonos, están todos, agudos y graves a la vez ritmo distorsionador en la cabeza. Que jaqueca. Año 1982.

Pasajes de mi vida.

En unos crisoles viejos, se desgañita un señor de las antípodas, tratando de que brillen unas piedras amorfas. Fuera en la tormenta, buscan los reflejos, pasean las bestias. Un rayo a lo lejos, prendió una hoguera, y nadie se inmuta por ella. Cuando por las noches te pueblas de amor, ladra el zorro que llora a Esopo y provoca el canto de la rana encantada, ribera de muchas fuentes, donde suena a la vez , el murmullo de una cascada. En la playa vive un náufrago, que observa las arañas de mar, sobre las olas un tritón ríe con voz de sirena. Año 1984.

Todavía existen.

Noches de miedo en que las cumbres se sonrojan, porque las penas se hunden y piden algo, casas descobijadas por parte del mundo, irreductibles extraños que entran, saquean, el niño llora, la madre se esconde, el padre muere. Otra vez el principio de un fin ya olvidado, la gente en el templo del temor siente la sangre, el techo se vuelve cada vez más húmedo, la despensa ya hace algún tiempo que está vacía. ¡Ay! El amparo del justo. Vuelven a ensombrecerse los cantos de esos pajarillos ya enjutos. Almas que no existen, rocas solitarias, en rincones pobres y abruptos. Año 1972.

Sensación de no volver.

Como nota el ciervo viejo la flecha sobre su piel, causa de su orgullo, junto con su mellada cornamenta, cuando por los bosques desconocidos su corazón atraviesa. Trozos de alma ya perdidos, sentidos apocados y rígidos, caracolas en truenos, ollas eternas, peces sin alas, abstracciones de hondo candor, penetran, se van, para morir un día. Año 1972.

Cubrir el percatar.

Trago soy de vino turbio, que se estremece en la caja de carne roja, de tierra que vuela sin saber. Me limito a la observancia, los tercos redondean sin fortuna, en las setas hay elegancia, otros innumerables tambores, entorpecen la claridad. Rosa hermosa que sutilmente me arrojas con tierna estupidez. ¿Puedes tapar la holgura del mar? Enseña tus muslos en medio de ese frugal castañeteo de tus dientes. Rencorosas como saltarín estupefacto, eran las cadenas de mi cresta, midiéndome con su fragancia metálica. Adiós a la trenza caliente, sin ser orientador. Año 1972.

El golpe.

Rugiente viento, enfebrecido en carácter, orgulloso en deslices, ve donde lucen las espuelas, impón las ideas, corta la vieja marea, sitúa las únicas galas, rateantes con bellos lustros, encoge las gestas vanas, recuerda la hez que brilla más. Sin soltura atracarán, con maravillosa boina engalanada, hacia dentro de la madriguera, rimbombante caparazón. Son tal vez los de incógnito, aunque la vanidad es vulgar masaje. ¡Ojo! Un rostro de mochuelo, acostumbra a resolver la estructura del extremo poniente de mi gabán. Año 1972.

Contrapunto.

Con voces de muchos modos formas variadas, hipótesis fácticas asumen la mayoría consecuente la cadena del canto material. Premios ardorosos, mejoras faciales, todo lo mejor que exista. Catástrofes ejemplares posteriores para aquellos que comen demasiado dulce, teniendo la cosa como placer y todo para que un tiempo termine en la oscuridad de un túnel. Aparecen un día entre telas blancas y moradas, un simple paso de un reloj cansino sin saber del sueño fuerte y largo, desmitificado el vuelo del sentido interno. Nunca nada se reptó sin contactar la larva en el angosto pasatiempo universal. No hablemos más porque comemos. . Año 1973.

Puente de luna nueva.

El duro vagar a través de las canas a partir de la medianoche, me convierte en un espectro sentado que envía energía al infinito. Vienen figuraciones, parecen políticos del pasado, proyecciones de moda, nivel estético en forma de rostro, sellos de busto afeitado. Cierro fuerte los ojos, azulada oscuridad nocturna, neón frágil con movimiento cubista. Luego, un nuevo lecho de raíces púrpura, allí donde Flora recibe el rocío con un guiño de la aurora boreal. Año 1982.

Fluidamente, mente fluida.

Primera Parte: Llama incontenible, luz puramente alta, regreso sin partida, soledad que aprieta. Estrecho sin costas, evolución natural, profundo vacío, extraña fidelidad. Sin aportar pólvora armo el subconsciente, anoto su fuerte clamor que no logro definir. Segunda Parte: Muerte entre sabanas dialécticas, amoralidad perdida, el bien y el mal, juntos, descarnan mi ser, guerra cruel, guerra mortal. Voces mil, voces de todos los tiempos arremeten a favor de la inmolación, quieren un reo. No hay salvación. Calma, calma. Año 1972.

Oda indígena.

Es fresca esa noche de que gusta al noble, por ser entusiasmada cadena en verter los lazos y las musas. Comprendo el afán del paria por una perra coartada sobre el retrete, cosas de señores aún. Rompe el tonto reto, gana la insolencia cuando el humo es tuyo y tú de ellos, sendero con un fin glorioso o maltrecho tuyo, para ti, porque vives. Oyes los pájaros, los coches y la fuente, sabes eso, ignoras lo demás, sacas el punto para testificar. Aunque el sitio es estrecho y calumnias abundan, ve al lugar perdido, allí toca el rumbo, para volver cuando no queden tintas para chupar. Luego, planta varios árboles contempla, el cielo que está sentado en nosotros y quédate en casa. . Año 1972.

Entre la noche y el día.

. Altivez del sentir paulatino, sensación de amargura ante la incógnita, silabeo de pensares tras las cortinas mentales, interrogaciones embadurnadas de materia gris, desaliento inocuo del espíritu bribón de esto que tocamos. Las noches aplastan con piedra y llanto, muero encima sobre negras vistas de un pasillo sin salida, partida de la dicha. En las mañanas que se olvidan, tan sólo se engaña una pena, se resiste una voraz mella interrogado el corazón. Con suerte si sales fuera puedes perderte en un breve adelante. No dejes de seguir, aunque duela, la claridad siempre llega. Sino espera. . Año. 1974.

Audiencia para quien se fue.

. Recuerdas, todo empezó en negro, aunque el negro y el blanco, colores. La sinrazón va más allá del juicio, donde la tonalidad de la ventana no importa. La suma, la resta fácil manera en el abalorio por donde todos saben pasar. Cruza el hielo, también el fuego, ahí es donde suena el catalizador. Y qué, la presión de un dedo o la recesión de un silencio, con los escudos y los arpones juntos, en pro de la ejecución. Blanco. No hay ninguna silla en el tabernáculo al que se va presto. Sin audiencia, reserva el unísono. Hubo risas de desprecio a las calamidades, el buen lenguaje se perdió allí en aquel hueco, hueco. Negro. . - Año 1981. . .

La rendija del tiempo.

. Mira es el sacrificio de la sangre. ¿Conoces el vuelo del colibrí? Ese pequeño pajarillo, que se alimenta de néctar mientas vuela por tropicales jardines, donde cantan a veces las orquídeas, aunque la bromelia grite. Mira al hijo de ese bello pajarillo, rodeado en la noche del bosque del norte por toros metálicos que no existen. Mira la luna, pero la luna nueva es oscura. Busca, vuela y vuela, aquí, allá pero no encuentra. El acero está crudo, el aluminio caro ahora qué más da. Cráneos y huesos miles. . - Año 1980. .

Paisaje maquiavélico no lejos de Petra.

. El sol de oriente que tiene cara de cordero, se asolapa sobre un desierto de torres negras, donde suena un tamborileo pertinaz, anunciador de que todos los rebaños se ahorquen en esas mismas torres negras. - Año 1973. .

La Mesa.

. Existen diversos eufemismos que se entrelazan en medios sorprendentes un día a la hora de comer te encuentras que en la nevera sólo hay una especie de escultura compuesta de un cubo insertado por un clavo a un listón en cuya superficie y debajo del cubo merodea una esfera o viceversa. ¡Ah! Bella es esta servida mesa donde se vitupera la esencia del arte. Los viejos remordimientos se solazan si tal ofrenda viene de un mandarín con años de Himalaya. Todo lo que es andrógino se revierte con una intensidad brutal sobre el corazón de mi amada que solo aguarda la llamada a su puerta del signo de sus dioses: Cefeo y Casiopea. El otro comensal, un hombre cangrejo espera con rostro de mil arenas la llegada de la noche. Sabor a mar. . - Año 1982. .

Algo, algo más.

. ALGO Dos estirpes se cruzan Caín y Abel. Matar y morir. Libra. Libra, borrón de ahora tiempo perdido por dar rienda al ciego interesado. Dicen que arriba no hay nada. Yo solo veo soles. . ALGO MÁS Fuerza de un punto fuerza que no veis. Más y más quiero a mi reina de Saba. . - Año 1981. .

jueves, 24 de marzo de 2011

Comunicación nihilista causada por un desamor.

.Acurrucado, hermogenéticamente circulas en busca de un espejo, que te muestre retratos de tu juventud nuclear para enseñármelos. A pesar de las escaleras que subes, los templos que te cubren, las aves que te visitan, no logras el brillo axiomático que deseas. ¿Por qué? El transporte formal de tu tiempo se transforma en un reloj de cucú, cuyos signos son el virar dentro de una bola de acero, como vaivén sobre cóncava pradera, por la que en un día de sol con unas pocas nubes, perdiste tu olvidada virginidad fuera de toda convulsión original. . Año 1983. .

Tentación.

. Ven, ven tú, sobre la misma tierra, para bailar un vals, con el beneplácito del respetable. Carne de cristal, brazos de blancos lirios , mujer de senos apacibles, ante los que la lengua de un ternero, resulta una glándula violenta. Ponte en marcha, en la niebla, hasta llegar a la casa de la esquina. ¿De qué país eres tú? Soy de la pasión por la pasión , donde se encuentra el placer sin reloj. Mi corazón explota como manzana atropellada, que fragilidad no aguanto esta sensación, y temo perderla porque lejos se divisa el decolorado sol, de este mundo de ceniza gris y gris. Nada me produce más terror, habla el humo y el viento me trae el perfume de la manzana. Siento un gemido que corrompe mi maquinaria, y llega de la casa de la esquina. ¡Que vuelva la noche, que no, que sea el día! . Escrito en el año 1995. .