lunes, 11 de abril de 2011
Los Días.
Cuando buscas demasiado, vuela el cielo sobre las nubes y la tierra se tambalea ante la mirada atónita de los ojos de tus pies. Mientras tanto el sol y la luna, solos, juegan al yo-yo en blanco y negro. Si buscas demasiado, esa cosa del ello, danza y canta en un medio, sin remedio de ser todavía, llama a la guerra y forma una barrera ante tus manos que se cierran. Entretanto gira un carrusel de sube y baja con una hoguera, una fuente, un pez, un jabalí y una ventana. Un niño hace pompas de jabón, mientras, le observas y te alegras. La vuelta a casa te entristece, el tiempo que buscabas se fue. Te sorprende la mirada de un viejo jardinero que retoca el seto de una especie de laberinto. El olor del barro salta a la calle. Pisas fuerte sin saber porque y la tierra se hunde un poco más de los previsto. Pesa el caminar. Y la vida busca sustento en los árboles, acaricias sus hojas, te mareas un poco al alzar la mirada a lo alto de las copas. Luego sientes que las raíces están metidas en el mismo fango donde se hallan tus pies de ojos profundos. Mil velos perturban tu paseo y la llama de una columna de fuego los traspasa ante tus ojos secretos. No es ni luz, ni oscuridad, solo una ilusión pertinaz y osada llamada miedo. Afortunadamente el gorgojeo de los siete surtidores de la fuente dedicada al poeta, te trae la realidad del mundo, que está en el medio. Una paloma blanca se ha posado sobre un desmochado monolito de granito sepulcral que han instalado en medio del bulevar. La tierra se convierte de nuevo en polvo, te das cuenta que por debajo del paseo pasa la línea número uno del metro, y te preguntas si las raíces de los árboles llegarán algún día a traspasar el túnel de cemento, y arañarán el lomo de los vagones. Te fijas en la gente, a veces con solo una mirada es suficiente. Entonces se levanta una ligera brisa desde una boca-calle cercana. ¿Quién observa a quien? Es la voz que te escribe a ti transeúnte. Eres una simple metáfora y sin embargo progresas. ¡Que misterio! Es verano, todos están cansados. El sonido de las pocas cigarras que quedan en la ciudad, traspasa a veces los ladrillos de los edificios, y los muros recuerdan cuando en algún tiempo fueron roca. Entre las palomas se ven algunas alondras que beben poco y vuelan alto, sigue el calor. Ahora los cruces de las calles son circulares, los semáforos controlan las nuevas rotondas de la ciudad. Son como filtros de la voracidad de las pasiones humanas. Si está rojo debes frenar, el verde te indica que puedes respirar y el naranja te envía ese instante, que existe en el círculo, cuando el fuego se une al agua y levanta el viento que transporta a veces tierra, a veces vida... Permaneces o te vas, te detienes o pasas, así es el semáforo del Foro, en el centro de tu centro, de la urbe en que vives los Días. Año 2000.
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