sábado, 24 de diciembre de 2011

ARCADIA DEL MAR (IV).

Inocentes partículas de atracciones diversas, colisiones, fusiones y
rechazos, así es nuestra naturaleza.

El deseo de progreso es intrínseco a la vida, porque necesita mejorar
para prevalecer en competencia con las otras entidades singulares que le rodean.
Instinto y perfección contienen la misma esencia metafísica.

Plantas, flores y frutos; la presencia del mar.
El ser humano es un camino continuo aprehendido a la naturaleza.

El pensar es fugaz y se expresa principalmente en una lengua,
también por medio de lenguajes y metalenguajes esencialmente artísticos.

El pensamiento procede de una acción cuántica incesante,
promovido por una memoria emocional circunstancial.

Sobre el espíritu sé que es un centro mental
donde el deseo penetra y emerge transformado.

Todo ser humano debería se educado para que tenga acceso a una muestra expositiva
y clara de las diversas posibilidades éticas que el ser humano ha creado históricamente.

La ignorancia aumenta el temor y es manipulable ideológicamente.
El conocimiento resuelve problemas, crea la tempestad de las dudas y la calma del saber.
Hasta que de nuevo nazca la palpitación inevitablemente evolutiva y poéticamente integral.

El miedo no se desvanece nunca, está latente, es una salvaguardia.
Vencerlo requiere sabiduría y valor.

Observo la vida pero no sé si ella me contempla.
La vida vivida surge desde de la infinitud de un horizonte remoto.

Desde el primer momento, como si de una llamada atávica se tratara,
el Mediterráneo me atrajo de forma especial.



 Poemario: Arcadia del Mar. 2011.

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