domingo, 25 de diciembre de 2011

ARCADIA DEL MAR (IX).

Playa mineral de cantos rodados y canciones de la mar.
Puerta de agua marina.

Como el pensar, peregrino de instantes, platea el mar ante el cantil.
 Fiel romero, mar turquesa y lapislázuli. Aquí en Iberia.

Bajo las abullonadas nubes de otoño,
la buganvilla contempla al ciprés silente,
y anhela sus hojas perennes.

El destello del faro va y vuelve,
tal réplica entrecortada de luz y oscuridad.
El mar olea quebrándose con el rumor de la noche.

Por un instante, desde la ventana del escritorio miro la pequeña glorieta del jardín,
es mediodía, y la luz hoy es de rosa, si de rosa,
y rezo con los ángeles, si con los ángeles familiares de casa.

Mi alma y mi rostro son del Mediterráneo. No lo puedo evitar, ni quiero.
No aguardar, ser sin tiempo, habitar el espacio. Este soñar.
El tiempo no existe para lo eterno.
Sin embargo nuestra vida mengua día a día.
Es posible que esta perdida ofrezca otra ganancia.
¿Quién lo puede saber? El conocimiento es luz, la ignorancia tragedia.
Tal vez regresar al origen del delirio, cuando todo estaba unido, no sea una torpeza.

Zozobra inherente a la circunstancia de estar vivos.
Celaje abierto que seduce a la nada como lo real.

Viejo mar brumoso de plomo y de zinc.
Olas. Tal vez ser no sea, pero estar estoy.

Poemario: Arcadia del Mar. 2011.

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