La hierba se estremece un poco, tal vez la brisa pasa a través de ella. Y las hojas de los olivos tiemblan del mismo modo.
Pequeña alma, siempre desvestida, trepa por los estantes de las ramas del pino, aguarda en la copa, atenta, como un centinela o un vigía.
Yo improvisé, poco recordé. ¿Por qué sufro? ¿Por qué soy ignorante? Células en una gran oscuridad.
Alguna máquina nos hizo, es el turno ahora de exigirle, de volver a preguntarle: ¿Para qué existo? ¿Para qué existo?.
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